Yo no sé que chingados me pasó hoy que me vi en el espejo. Él no me veía como siempre. Me contestó con una mirada agresiva, perdida, profunda.
Recientemente una amiga posteó una cita: "¿No te pasa que a veces te miras en el espejo y te das cuenta de que eres un simple espejismo, una imagen falsa de lo que eres?"
Me daba pavor que, mientras observaba el espejo, cruzaba por mi mente que acababa de ocurrirme aquella pregunta.
De verdad, hoy el espejo me devolvió una mirada amenazadora y diferente. Dentro de mi asombro, no tuve palabras ni gestos para contestarle.
Aunque puedo estar segura de que percibió mi desconcierto.
Admito que hice varias expresiones. De veras que me costaba trabajo creer lo que estaba viendo, observando, lo que ese espejo canalizaba.
Abría los ojos, enormes, los entrecerrraba; movía la boca, la nariz, fruncía el ceño, intentaba afilar el rostro o al menos su expresión.
Era increíble ver cómo en cada cambio había una personalidad diferente. Ninguna se parecía entre sí.
Eran las 4:15 de la madrugada.
Me encontraba bajo los efectos de una tenue luz y un insomnio escalofriante. Pero no dejaba de ser insomnio. Me tenía atrapada en una sensación de rareza, notas musicales y metáforas.
Mi cabeza comenzaba a recurrir hacia el olvido.
Cuando decidí alzar la vista, me hallé en el precioso laberinto de los jardines del Palacio Real de Madrid. Fue ahí cuando me percaté de que en realidad me encontraba en un cubo blanco con un portal de madera.
Pero no ha terminado todo.
Decidí poner de nuevo en su lugar, aquel atardecer de Madrid.
No entiendo porque perdía la noción de mis pensamientos y frases que venían y se iban corriendo.
Recientemente una amiga posteó una cita: "¿No te pasa que a veces te miras en el espejo y te das cuenta de que eres un simple espejismo, una imagen falsa de lo que eres?"
Me daba pavor que, mientras observaba el espejo, cruzaba por mi mente que acababa de ocurrirme aquella pregunta.
De verdad, hoy el espejo me devolvió una mirada amenazadora y diferente. Dentro de mi asombro, no tuve palabras ni gestos para contestarle.
Aunque puedo estar segura de que percibió mi desconcierto.
Admito que hice varias expresiones. De veras que me costaba trabajo creer lo que estaba viendo, observando, lo que ese espejo canalizaba.
Abría los ojos, enormes, los entrecerrraba; movía la boca, la nariz, fruncía el ceño, intentaba afilar el rostro o al menos su expresión.
Era increíble ver cómo en cada cambio había una personalidad diferente. Ninguna se parecía entre sí.
Eran las 4:15 de la madrugada.
Me encontraba bajo los efectos de una tenue luz y un insomnio escalofriante. Pero no dejaba de ser insomnio. Me tenía atrapada en una sensación de rareza, notas musicales y metáforas.
Mi cabeza comenzaba a recurrir hacia el olvido.
Cuando decidí alzar la vista, me hallé en el precioso laberinto de los jardines del Palacio Real de Madrid. Fue ahí cuando me percaté de que en realidad me encontraba en un cubo blanco con un portal de madera.
Pero no ha terminado todo.
Decidí poner de nuevo en su lugar, aquel atardecer de Madrid.
No entiendo porque perdía la noción de mis pensamientos y frases que venían y se iban corriendo.
Creo que jamás entenderé las metáforas de ese antipático no sueño (falta de sueño). Y mucho menos, los mensajes que intentaron regalarme las esencias que flotaban del otro lado del espejo...

