domingo, 19 de septiembre de 2010

4.15

Yo no sé que chingados me pasó hoy que me vi en el espejo. Él no me veía como siempre. Me contestó con una mirada agresiva, perdida, profunda.

Recientemente una amiga posteó una cita: "¿No te pasa que a veces te miras en el espejo y te das cuenta de que eres un simple espejismo, una imagen falsa de lo que eres?"
Me daba pavor que, mientras observaba el espejo, cruzaba por mi mente que acababa de ocurrirme aquella pregunta.

De verdad, hoy el espejo me devolvió una mirada amenazadora y diferente. Dentro de mi asombro, no tuve palabras ni gestos para contestarle.
Aunque puedo estar segura de que percibió mi desconcierto.

Admito que hice varias expresiones. De veras que me costaba trabajo creer lo que estaba viendo, observando, lo que ese espejo canalizaba.
Abría los ojos, enormes, los entrecerrraba; movía la boca, la nariz, fruncía el ceño, intentaba afilar el rostro o al menos su expresión.
Era increíble ver cómo en cada cambio había una personalidad diferente. Ninguna se parecía entre sí.

Eran las 4:15 de la madrugada.

Me encontraba bajo los efectos de una tenue luz y un insomnio escalofriante. Pero no dejaba de ser insomnio. Me tenía atrapada en una sensación de rareza, notas musicales y metáforas.

Mi cabeza comenzaba a recurrir hacia el olvido.
Cuando decidí alzar la vista, me hallé en el precioso laberinto de los jardines del Palacio Real de Madrid. Fue ahí cuando me percaté de que en realidad me encontraba en un cubo blanco con un portal de madera.

Pero no ha terminado todo.
Decidí poner de nuevo en su lugar, aquel atardecer de Madrid.



No entiendo porque perdía la noción de mis pensamientos y frases que venían y se iban corriendo.

Creo que jamás entenderé las metáforas de ese antipático no sueño (falta de sueño). Y mucho menos, los mensajes que intentaron regalarme las esencias que flotaban del otro lado del espejo...

domingo, 5 de septiembre de 2010

Aloisa.

Y aquí venía de nuevo Aloisa.
Traía en cada una de sus manos los dos intentos fallidos de una búsqueda sin éxito. El segundo acababa de ocurrir.

La primera vez, después de esperar cerca de una hora, se marchó. Tomó la ruta 62.
Nunca fue buena disimulando sus emociones y, esta vez, no fue la excepción. En aquella primera vez, no dejaba de esconder ese espiral que llevaba consigo un río de desesperación y lágrimas. Más sólo pudo ahogarse en él durante el trayecto de la ruta.

No comprendía aún cual había sido el error que cometió.
Sí, aquel estúpido error de tantos que había cometido. Pero el último. Era uno, solo uno y, desde hacía semanas, seguía pensando todo el tiempo cual pudo ser. Era evidente que no daba con él, aún cuando ella pensaba tener dos posibles respuestas.


Pero esta vez, fue diferente..
Se fue en la ruta B para regresar al lugar de donde huyó dos veces. Y ésta vez, se regresó a ese lugar y sólo ese.
Al bajar de la ruta y cruzar el puente, se detuvo a ver la graciosa maniobra de un gato gris trepando una reja: de ahí se encaminó a una barda verdosamente adornada por una enredadera a lo largo. Y qué estilo para caminar de ese gato. De ahí, finalmente se trepó a un techo.

Aloisa no dejaba de pensar que había algo diferente además de la ruta.
Ésta vez no se fue de la Primavera de la misma forma anterior. Se fue frustrada, sí, pero ya no con aquellas lágrimas amargas que solo enrojecían e hinchaban sus ojos y su rostro.

Se dio cuenta de que algo la hacía sentir más segura, quién sabe por qué.
Ya no se fue con preguntas que no entendía.
No. Aloisa se fue sintiéndose segura de decir: "sé que puedo hacerlo e intentarlo de nuevo".





Era tanta la emoción, que en el trayecto de la B, pensó en redactar esta historia...





Para Gabi y el Profesor Medrano:
Muchas gracias por todas aquellas horas invertidas en pláticas, consejos y compañía.
Aún cuando la historia marca una decisión, Aloisa ya ha hecho su elección.
Y eso solo se verá con el paso del tiempo.
De nuevo, muchísimas gracias...